viernes, 25 de mayo de 2018

Nació al fin “El Señor de las Sombras”, nació luego de “Los Cuentos de la Tienda de Abarrotes”, “Pastel de Chocolate”, “La Compasión de una Puta” y “El Reflejo de Laura”; nació en formato papel, como un ser tangible, y será sin duda el primero de ellos que pueda brindarles.
“El Señor de las Sombras” es un escrito muy distinto a lo ya conocido de mí, por ustedes, pero sin duda podrán “escucharlo/escucharme” (nunca olviden que yo no escribo, “hablo”) y encontrar que su “voz” les llega por ser parte del discurso; todos somos parte del “discurso”.
Algunas partes de este libro ya las di a conocer en diferentes lugares en su momento y de eso sólo diré que me sorprendió gratamente que despertase muchas preguntas, preguntas sobre sí mismos, sobre el otro, y que sintieran la necesidad de buscarles respuestas. Sin duda esas partes compartidas hicieron que su desarrollo no se detuviese y hoy sea lo que es: un libro.
Por este medio quería participarles esta buena nueva y decirles que he decidido separar 250 de estos libros para venderlos en la Tienda de Abarrotes, sólo 250, nada más, DEDICADOS, EMBALADOS Y ENVIADOS POR MI DIRECTAMENTE A ESOS 250 “VISITANTES DE LA TIENDA”; en Argentina también se pueden comprar en Editorial Dunken directamente o su sitio virtual, y pronto estarán publicados por ellos en Amazon y demás sitios virtuales para venta de libros. Esta será mi humilde manera de agradecer a TODOS los visitantes de este sitio, por medio de esos 250.
A quienes les interese obtener uno de estos libros (guardaré una lista de esos 250 compradores para anexarla en la siguiente edición que pretendo sea “La compasión de una puta”, agradeciéndoles y haciéndolos así parte de mis libros) les digo que pueden ingresar en este link: https://www.crissbottiniwixsite.com/ ; y allí encontrarán botones de Paypal para comprarlo. EL PRECIO NO INCLUYE ENVÍO, el envío lo acordaremos al final por medio de mi correo electrónico.
Antes de finalizar esta publicación quiero agradecer muy especialmente a Lorena Pino Timarán por secundarme una vez más en mis locuras, por ser una amiga incondicional y por haber hecho la portada de este libro también (la hizo entonces con Pastel de Chocolate); su profesionalismo en todo lo informático es indiscutible, tanto que la editorial no puso reparos en aceptar nuestra portada.
Sin más, INFINITAS GRACIAS a todos los visitantes   
Cristina A. Bottini
PD: pulsando en las imágenes que aparecen en esta publicación también pueden ir directo al sitio de compra.

domingo, 14 de agosto de 2016

La anatomía del alma

   No duele tanto lastimarse la piel como dejar de querer; lo primero sana siempre pronto. Querer implica dar todo lo que uno es, mostrarse de forma abierta y deliberada a quien o quienes creímos merecían nuestra confianza, ser, en definitiva, lo que somos; ahí radica el error. ¿Quién nos puede asegurar ser queridos de igual modo?, ¿en qué libro se aprende de estas cosas del amor?; si no hay escritos debemos pensar seriamente en escribir algo sobre tales asuntos para que otros no repitan nuestros errores, algo así como el “decálogo de las heridas del alma” o “recetas contra el apendejamiento del corazón”. Algo así. Un resumen de vivencias que prevengan a nuestros niños sobre las heridas invisibles que todos cargamos hasta el final de nuestros días porque a otro u otros se les dio por traicionar nuestra confianza y lastimarnos sin miramiento alguno.
Un libro, o varios, que resuman los actos de víctimas y victimarios y las consecuencias que los mismos conllevan a largo plazo: miradas perdidas en atardeceres que evocan otros atardeceres; desvelos; recuerdos de bocas y besos que estaban hechos a nuestra medida, o eso creíamos; la tibieza de esa piel que llegó a quemar… Todo eso, eso y más, un libro que contenga los lamentos paridos desde ese algo que llamamos felicidad y que sólo la nombramos como a tal, la reconocemos, ya pasado el tiempo y ante otras realidades que no nos llenan ni abrigan, siquiera. Un compendio de estos asuntos que lastiman, eso se necesita, la recopilación de las más variadas historias de desamores que acabaron en suicidios emocionales y nos cambiaron a la fuerza, nos limitaron y precavieron ante nuevos amores y nos convirtieron en victimarios sin ser conscientes de estar siéndolo con alguien más, como fueron con nosotros.

Eso se necesita, el libro de la anatomía del alma…


domingo, 3 de julio de 2016

Te susurraré "te quieros" nacidos desde el alma

 Tengo cierta tristeza de otoños en el alma, esa desesperanza del tiempo que ha corrido sin más motivos que correr; un reloj impío que jamás me dejó ser, el engaño de vivir sin siquiera estar viviendo. Llueve, llueve lentamente dentro mío pero, verás, esa es agua que me ha de renacer.
Te esperé toda mi vida, eso pienso abrazando la taza con café, te esperé creyendo que estabas en otras manos y otros cuerpos, que eras esos labios y esas palabras que supieron envolverme y confundirme largo tiempo pero no...no eras ellos, nada de eso; ni yo era quien creí ser una vez enamorada.
Una mujer enamorada, pienso, es un enigma para sí y para quien pretenda develarlo, es un cúmulo de emociones encontradas, una piel perfumada de esperanzas, caricias que nacen desde dentro; una mujer enamorada es una espera interminable, preguntas que no buscan respuestas, sólo nacen, un ser en solitario en un mundo abarrotado de gente, miradas que se pierden buscando el "por qué te retrasaste".
 Ya no tengo la edad en que el futuro me esperaba ni cuento mis últimos otoños, estoy...estoy en ese punto medio en que el invierno se vuelve primavera, en esa etapa sutil donde se dan los retoños. Ahí estoy, justo ahí, y te encontré. Al fin llegaste.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Otoños en el alma

  A qué sabrá tu piel en primavera: ¿a miel, a sol, a jazmín?; sabrá a pétalos de rosas reventando en mil colores, al ubicuo olor de la lavanda, a tierra mojada, al fresco aire de las mañanas... A qué sabrá tu piel en primavera, que olores rezumará cuando mis manos la entibien y calienten moldeando tus suspiros a mi antojo como alguien que marca a fuego sensaciones imborrables.A qué mundos te irás, tras qué voces nacidas del deseo y la desesperación en esa lucha de pasiones donde nadie gana y nadie pierde, a dónde. Sabrá a café por las mañanas, a besos, a nostalgia de otras bocas...o sabrá a mi perfume enredado con el tuyo, fundido a fuego, renacido. Aquí ya estamos en otoño y los árboles se desnudan lentamente mientras los cubre el frío, los jardines van quedando abandonados como estuvo entonces este corazón mío y la noche, esa noche de plateadas lunas llenas que pasé pensándote al calor de otro verano, no se presta más que a pensarte y soñarte aún más lejos...y te extraño. A qué sabrá tu piel en primavera, me pregunto, mientras te sigo soñando a mi lado.




Opuestos

No hay mal sin bien, perfección sin defectos, belleza sin fealdad, ignorancia sin conocimiento, "normal" sin "anormal", pobreza sin riqueza; vos sin mi, yo sin ti.
No hay noche sin día, sol sin luna, primavera sin otoño, invierno sin verano, oasis sin desiertos, amargo sin dulce; besos sin bocas.
No hay distancias sin medidas, caminos sin andar, bosques sin árboles, flores sin pétalos, barcos sin mar; caricias sin tu piel.
No hay voz sino escuchas, palabra sino lees, color sino ves, sabor sino pruebas, sueños sino sueñas; mañana sin nosotros.
No hay Mahoma sin "montaña", religión sin fe, piedad sin indiferencia, humanidad sin humanos; amor sin odio.
No hay vos sin mi ni yo sin ti, besos sin bocas, caricias sin tu piel, mañana sin nosotros, amor sin odio; "te quiero" sin "yo más", "te soñé" sin "quisiera soñarte", "vete" sin "no te vayas", ni: "un poco del mañana es del azar".
Somos opuestos, no hay vos sin mi ni yo sin ti



lunes, 28 de marzo de 2016

El traje de mujer te queda holgado


  El cielo lleno de palomas, un sol brillante y limpio, y tus ojos curiosos de vida; así te veo. Un árbol como un alma plantada en tu patio: mutilado, roto pero brotándole retoños de vidas que quieren ser; un árbol como nido de otras vidas que sí andan. 
La dinámica como constante, los extremos de una soga sobre la que pendulan tus emociones encontradas y una mesa llena de alter egos conque almuerzas y cenas y hasta duermes intentando ser uno y todos ellos para no dejar de ser tú; pero no ves que ya eres, jamás puedes verte…
La hamaca como cama, un trago de vino tibio conque me quitarás el catarro a millas y mundos de distancia y nuestras risas sonando en mi cabeza minutos antes de dormir, eso también eres; paseos a la tienda donde compras galletitas que jamás comeré por estar tan lejos, diálogos de locos hablándote desde mi casa y tú en la calle, mostrándome el lugar donde vives y llevándome contigo como ese niño que atrapó a una luciérnaga en un frasco y hará de ella lo que el tiempo que ella viva le permita hacer: verla, saberla atrapada y a su merced; si quieres revientas mi luz sobre tu piel y ves desaparecer mi brillo lentamente (mi sangre, mi alma que alumbra hasta que acaba), o simplemente me ves hasta dormirte aparecer en uno y otro lado de ese frasco en que me has encerrado.
 Eres un mundo donde estallan otros mundos pero desde dentro, un sol, un sol rodeado de lunas que buscan tu calor para dejar la blancura y frialdad de sus noches rasgadas de soledades, eso eres sobre todo, yo lo sé; estás rota, pequeña niña, rota como ese hielo conque explicaste como queda el alma luego de ser “enfriada” por quienes amamos y apenas si nos quieren…pero al calor de otros soles has de volverte a “juntar”, también lo sé, para ser agua que se de a beber a otras almas para que sobrevivan en este desierto de emociones por el que vagamos.
  Mi gato ha subido a mi ventana y ve con las orejas paradas, está atento, afuera una mariposa revolotea en jardines que el otoño se empeña en marchitar. Afuera ya es otoño, adentro hay primaveras en el alma, niña.





miércoles, 3 de febrero de 2016

Las aguas bajan cantando

  

     Un hombre amaba a una mujer que vivía al otro lado de un río, jamás la había visto, no sabía de ella más que cada tarde cantaba y lavaba ropa en ese otro lado que ni facciones tenía, ni dimensiones precisas ni olores ni sabores; la amaba porque su voz lo había cautivado, solo por eso: ella era esa voz. Soñaba con ella, hasta de sus noches se había hecho, de sus pensamientos todos…
Pensaba en besarla, eso pensaba todo el día después y antes de oírla, se había hecho una idea de ella idealizada: era fragancia a rosas, durazno y miel su cuerpo todo, agua cristalina el nácar de sus ojos celestes como ese cielo que guardarlos podía cada tarde y cubrirlos podría cada noche; era perfecta, era vida plena.
  Sus días comenzaban contando las horas hasta que bajaban las mujeres a lavar ropa de ese otro lado del río, y terminaban cuando los ecos de su canto eran llevados río abajo a la rompiente.
Pudo ser así toda su vida, eso pensó, pensaba, de no haber sucedido aquello de perderla…

 Una tarde cualquiera en que cita se diera como era ya costumbre a esperarla, en que tiró su línea al agua justificando así el estarse a esa hora frente a ellas sin ser sólo un curioso, un hombre que invadir pudiera esa intimidad femenina de faenas tan vanas, le llamó la atención cuando hubieron bajado todas las lavanderas que aquella no estuviera, que entonces no cantara, y se quedó pensando hasta muy entrada la noche qué pudo ocurrirle, los por qué de que faltara cuando nunca antes supo hacerlo, cuando ser y estar allí era una postal más que asumida; dónde estaba fue una pregunta que lo torturó de noche: dónde y con quién se preguntó por vez primera; “¿tiene dueño?”, “¿hay un látigo o un esposo o ambas cosas que la atan a ese lado?”. No durmió, esa noche no durmió pensando en ella.
Al día siguiente se repitieron las ausencias y al otro y al otro…Y cuando ya no pudo aguantar saber de ella decidió cruzar el río y buscó para ello las maneras: caminó días enteros costeando esas orillas, cargando con sus sueños más que con sus cosas, y se llegó hasta las lenguas de agua que confluían una a una en la cima de la montaña para formar al fin el caudaloso río. Cruzó, dio un paso y estuvo así del otro lado; entonces volvió.
 Soñando con conocerla al fin caminó noches y días sin descanso, desgastó sus ropas y sus ganas en esa empresa pero fue feliz creyéndola su recompensa aunque lo improbable de aquello fuese lo único seguro: si tenía dueño llevaba dinero para comprarla (él era un esclavo liberto ya hacía mucho) y si casada estaba conquistarla podría, pensaba; no podía existir un imposible para sus ganas de tenerla. Quería ser dueño de ella, dueño de todo lo que ella encerraba; por primera vez quería con cuerpo y alma a alguien: se alimentaba de sueños, respiraba deseos, bebía ganas…
  Al final, cuando llegó hasta la piedra blanca donde aquellas solían golpear las sábanas y retorcer los otros trapos se detuvo, se sentó a esperar que bajaran como cada tarde y allí se durmió cansado y esperanzado en saber al fin de ella. Durmió y creyó que fueron días y no horas, soñó con que llegaban, lo veían, reían alegres y hasta hablaban de lo sucio de su aspecto y lo negro de su piel; despertó y no era un sueño, eso hacían aquellas con él. Despertó y se asustaron, eran mujeres solas, prohibido tenían ver o hablar con hombre alguno y al látigo del cuidador temían como para contestar lo que aquel preguntó apenas se hubo erguido; preguntó por aquella pero sus preguntas fueron tan imprecisas que además del silencio hubo miradas entre ellas, no supo describirla porque jamás pudo verla más que de lejos ni supo nombrarla porque nombre no tenía más que esa voz como referencia: la llamó “agua”, “río”, “miel”, “aire” y “luna”…pero nadie supo decirle quien era ella porque a ese nombre ninguna respondía; “canto” la llamó entonces, dijo que era como la voz del río en un lamento que lo abarcaba todo cada tarde y el mundo se detenía sólo para escucharla. Eso dijo, habló y habló y todas ellas lo escucharon atentas a sus palabras cargadas de amor y de alguna manera desearon muy en lo profundo ser ella, parecerse a ella, poder despertar sentimientos aunque sea parecidos en alguien o en algo algún día…pero ninguna era. Ella no estaba entre ese grupo de mujeres marcadas por la soledad y el miedo, duras las manos con dedos como ramas de tanto trabajar, ajada la piel por los soles, cansados los ojos de mirar la tierra del mismo suelo día a día y esperar al destino en el brillo de una estrella en las noches preñadas de deseos. No estaba. “¿Estuvo alguna vez o fue sólo un sueño?”, “¿la escuché o escuché al río, a las voces del río, a las sirenas?”; preguntándose esas cosas se quedó allí varios días, se negó a irse sin una respuesta en un principio y después solo se fue.

 La busca, sí, todavía la busca por la orilla del río ese hombre y dice no detenerse sino hasta encontrarla, niega que haya sido solo un sueño, lo niega con vehemencia y hasta le creí al escucharlo. Estaba de paso cuando lo conocí, siempre está de paso, “está loco”, eso dicen, que está loco porque una sirena del río supo embrujarlo una tarde y desde entonces vive solo para encontrarla.